¿qué es ser mujer?
reflexiones mientras estudio «teoría y crítica de la escritura femenina»
estoy en tercero de carrera y este segundo cuatrimestre curso «teoría y crítica de la escritura femenina en españa». el miércoles tengo el último parcial —el cual necesito aprobar, por favor, ponedme un par de velas— y mientras estudiaba los textos a comentar, he encontrado palabras escritas por maría zambrano y concha méndez que resuenan demasiado conmigo misma:
«y entonces pregunté, no sé si a mi padre o a mi madre, si había que ser siempre lo que ya se era, si siendo yo una niña no podría ser nunca un caballero, por ser una mujer. y esto se me quedó en el alma, flotando, porque yo quería ser un caballero y no dejar de ser mujer. (…) y así cuando yo me di cuenta que no podía ser de hecho nada encontré el pensamiento, encontré lo que yo llamaba, lo que sigo llamando, filosofía».
maría zambrano en «a modo de autobiografía»
«“pequeños, ¿qué queréis ser de mayores?” no recuerdo lo que contestarían, pero viendo que a mí no me preguntaban nada, teniendo toda la cabeza llena de sueños, me le acerqué y le dije: “yo voy a ser capitán de barco”. “las niñas no son nada”, me contestó mirándome. por estas palabras le tomé un odio terrible a este señor. ¿qué es eso de que las niñas no son nada? empecé a pensar. yo era una niña que estaba inconforme con mi medio ambiente. pero para contrarrestar los efectos de aquel estado amargo, me bastaba (…) sumergirme en el sueño. (…) yo era, una noche, capitán de barco y, otra noche, piloto aviador. (…) todos estos sueños, y otros, los vi nacer en mis poemas. mis atracciones de infancia no me han abandonado nunca».
concha méndez en «memorias habladas, memorias armadas»
tras estos dos textos, aparece un poema de méndez, titulado «constelaciones», que recomiendo que leáis también para entender —o ampliar información de— las dos últimas oraciones de concha méndez.
la primera vez que leí lo que escribió maría zambrano —hace un par de días— tuve que quedarme unos minutos mirando la hoja con los ojos aguados. y ahora, mientras escribo notas para estudiarme, he escrito sobre el concepto de «mujer». sobre qué significa serlo. o no serlo.
cuando tenía siete u ocho años, me gustaba muchísimo jugar al fútbol en el patio del colegio con otras dos amigas y todos —porque eran todos— los niños de mi clase. no voy a calificar cómo eran mis habilidades porque eso no es lo que nos interesa, pero ni a mí ni a las otras chicas, nos pasaban la pelota.
un par de años después, el maestro de educación física del cole organizó durante los recreos un campeonato para competir entre clases. entre los deportes había: baloncesto —yo era demasiado bajita para competir ahí—, balonmano —deporte al que yo jugaba en el club de mi pueblo— y fútbol. a mí me cogieron para estos dos últimos. y me acuerdo de las palabras que dirigió a los niños el profesor mientras explicaba las reglas: «por favor, pasadle el balón a las chicas»1.
cuando llegué a sexto de primaria, por mucho que quisiese, no había hueco para mí en las competiciones contra la otra clase (6ºB) que organizaban los chicos. quedé relegada a ser simple espectadora, como el resto de niñas que se sentaban a los lados del campo del patio. sin embargo, la cita de 11 o 12 años no quiso aceptar —del todo— las normas que habían decretado que las niñas tenían que quedarse en el suelo sentadas animando a los niños de clase. mi pequeña revolución fue quedarme de pie, justo delante del resto de mis compañeras, y no dejar de moverme de un lado a otro del campo. yo pensaba que así me convertía en la entrenadora de mi clase. y yo era feliz con eso. bueno, más o menos, porque yo quería estar en el campo jugando. ahí fue cuando empecé a plantearme algo. creo que incluso alguna vez que otra se lo dije a mis padres.
yo quería ser chico para poder jugar al fútbol. a las niñas nos habían obligado a quedarnos al margen porque, simplemente, éramos mujeres. y yo no quería renunciar a hacer algo que me gustaba porque alguien hubiese dicho que «el fútbol era de hombres». con once años —probablemente fuese antes con todos los antecedentes que he comentado— tuve mi primer choque de intereses.
vi que no podían gustarme cosas «de hombre» y seguir siendo mujer, así que empecé a renegar de mi feminidad. en esa época, que todas mis compañeras de clase estaban obsesionadas con «patito feo», «violetta» y «soy luna», yo decidí que no iba a ver esas series. porque eran de niñas. y yo no quería ser una2.
con dieciséis años, volví a pelearme con el género. con ser mujer. empecé a usar pronombres neutros, y en lo más profundo de mi ser, a desear ser hombre. ser un chico. estaba harta de tener que seguir los patrones que mis amigas seguían —escuchar bad bunny, vestirse con ropa rosa y maquillarse—, y más aún cuando yo me identificaba con lo que le gustaba a mis amigos: el fútbol3.
ahora, con casi veintiuno, he hecho un poco las paces con ser mujer. pasé mi época de disforia de género, estoy aprendiendo a maquillarme y leo romance. aunque me sigue gustando el fútbol y odio el rosa. he analizado muchísimo mis palabras de «quiero ser un chico para poder jugar al fútbol». y he llegado a la conclusión de que, realmente, no quería ser hombre. solo quería jugar al fútbol y seguir siendo mujer. que no me discriminasen por mi género.
las palabras de maría zambrano y concha méndez han vuelto a poner en mi mente todas las preguntas que tengo sobre ser mujer. sobre lo que me han enseñado —y aquí quiero dar gracias a mis padres por darme una educación sin género— que debo hacer, pensar o decir porque nací mujer.
soy consciente de que mis palabras y pensamientos no van a cambiar nada las normas de esta sociedad, pero espero que a alguna de vosotras os hagan reflexionar o daros cuenta de que no estáis solas. que no sois más o menos mujeres porque os guste el fútbol, otras mujeres o la moda. ser mujer es, simplemente, un sentimiento.
los equipos eran mixtos; con el mismo número de chicos que de chicas.
no me escondo, yo fui durante muchísimo tiempo la chica que afirmaba «no ser como el resto». pero porque era mi único mecanismo de defensa ante lo que la sociedad patriarcal esperaba de mí.
creo que en parte también fue porque en esa época descubrí que también me gustaban las mujeres.
mi conclusión es que el género no existe, pero como todo el mundo piensa que sí entonces sí existe, como las matemáticas, como el tiempo, como el magenta
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